
Lucía d´Albuquerque -colaboradora de 13i.cl – es una periodista chilena de gran experiencia en el ámbito cultural-internacional. Ha vivido en Estados Unidos y durante muchos años en Brasil, desde donde trabaja para diversos medios latinoamericanos.
Nos envía este reporte desde India.
Contrastes: esa es la palabra que mejor describe India; la pobreza se mezcla con joyerías que fabrican para Cartier, la suciedad de templos hindi o de mesquitas desconcierta en medio del primoroso trabajo en piedra roja con las cuales están hechas, lo precario de las ciudades (no tienen veredas, poca luz y mucha basura) confunde en medio de la linda
artesanía llena de colores e imaginación.
Sabía algo de que era así, pero nunca me imaginé que tanto. Los indios son inteligentes, despiertos, todos hablan un poquito de español, aprendido con los turistas. Todos saben nuestros nombres y de donde venimos. Incluso se aventuran a usar el altiro y el cachai en su español básico.Son eficientes. Compañeras de viaje se han mandado a hacer ropas y joyas y se las entregan de un día para otro y se las llevan al hotel y cumplen. Son vendedores insistentes del tipo que persiguen en la calle, amables y pacientes.
Desdoblé todos los vestidos de mi talla buscando uno que me gustara y sirviera. Don’ t worry. It’s my job”, me contestó el vendedor cuando me disculpé. Nuestro guía justifica la pobreza, diciendo que es por austeridad, que las personas que piden dinero en la calle son mendigos profesionales y que nadie se muere de hambre, todos tienen trabajo y derecho a la salud que el estado provee.
He visto el norte de la India: Delhi, Jaipur, Pushkar, Sikri, Agra, Gwalior, Orcha, Kahurajo. Ahora estamos en Allahabar y de aquí iremos a Varanasi.
Todos los trayectos han sido por tierra. En ninguno de esos lugares se ve la India pujante, industrial, tecnológica. He visto una India rural pobre, poco mecanizada, mujeres de sari cortan el trigo y atan las gavillas.
Transitamos por caminos con hoyos, baches, estrechos de una vía para ir y otra para volver. Nos cruzamos con camiones viejos cargados y con buses repletos de pasajeros hacinados. Los conductores son arriesgados, no hay semáforos, ni policías y si existen leyes de tránsito no son respetadas.
Pagamos el peaje en plazas construidas como mucho en los años 50. La berma del camino es de uso público y variado. sirve para que hagamos nuestras necesidades biológicas y para que el ayudante del chofer se libre de toda la basura acumulada en el bus durante todo el trayecto.
Hicimos 300 kilómetros en 13 horas. Junto con todo eso, India tiene maravillas. El Taj Mahal, los templos eróticos de Kahurajo, el fuerte de Amber deslumbran, sorprenden y contrastan con la miseria e inmundicia como siempre deben haberlo hecho desde que fueron construidos en los tiempos de los maharajaes.
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